CONTRADISCURSO
En un sentido amplio, un contradiscurso
es aquel texto o grupo de textos que se opone a otro u a otros, o bien a otro
discurso. Su especificidad radica en el carácter subversivo que ostenta,
ya que procura desmentir, enfrentar, invertir, deconstruir, ironizar, parodiar
o caricaturizar la naturaleza de ese otro discurso con el fin de mostrar otra
versión, otra perspectiva, otras voces disonantes en el marco del pretendido
diálogo cultural.
Es, a
menudo, una práctica que pone de manifiesto contradicciones, prejuicios o
cualquier otro punto dislocado de un texto o discurso, y abre la posibilidad de
entablar debate y de polemizar. Rompe (o al menos eso intenta) con la visión
unilateral y hegemónica de referirse a temas, sujetos, acontecimientos o
sucesos socio-culturales, científicos o de cualquier otra índole. Es siempre un
discurso crítico y exterioriza otros modos de analizar y encarar una
determinada realidad. Por ejemplo, las Redondillas
de Sor Juana Inés de la Cruz se oponen al discurso social en el que se
justifica el desprecio y la sujeción de la mujer en manos del varón. Procura
poner de manifiesto la incoherencia de adjudicar a la mujer de manera negativa
lo mismo que en el varón se ve de manera positiva. Se opone, en consecuencia, a
la subordinación y al sometimiento de la mujer por parte del sujeto masculino.
No se enfrenta a un texto específico o determinado, sino a un modo de
concebir el papel de las mujeres y de sobredimensionar el de los varones y que,
a manera de discurso social legitimado, crea imágenes y símbolos que justifican
la depreciación femenina.
Un caso
de contradiscurso que se opone a lo
que dicen otros textos es Teseo de
André Gide. Gide plantea una forma epistolar vacía y mentirosa (Teseo hace una
carta a su hijo… muerto… por él mismo); deconstruye el mito del minotauro de
manera evidente: el laberinto, lejos de ser un espacio de temor y
muerte, es un locus amoenus plagado
de placeres y comodidades. Es una suerte de espacio privilegiado donde reina la
belleza, la serenidad y el goce. El minotauro es un ser hermoso y
atractivo; los tributos, lejos de sufrir la muerte, viven y practican el
hedonismo de manera irrestricta. Ariadna no es la pobre e inteligente
princesa despechada; es una odiosa y lasciva mujer que no deja respirar a Teseo
y que habla como una niña malcriada. Tampoco le da el ovillo (es Dédalo quien
se lo proporciona). Teseo no es el gran héroe. Es el prototipo del
tirano que solo se interesa por mantener su poder y por realizar sus deseos.
Las prácticas contradiscursivas suelen ser más claras y virulentas en el ámbito
Historiográfico y Filosófico, donde los estratos ideológicos, las posturas
filosóficas y epistemológicas, así como la materia sobre la que se escribe son
más fácilmente controvertibles y polémicas en razón de los intereses que hay
detrás de todo historiador o filósofo. En la historia de la cultura, los
contradiscursos son innumerables: Hesíodo contra Homero; Semónides contra
Mimnermo; Heráclito contra Jenófanes y los Pitagóricos; Luciano contra los
mitos griegos y sus adynata, por dar
algunos ejemplos antiguos.
Entre
las posibles tareas de un contradiscurso
están las siguientes:
a. Desmitificar un personaje, mostrando una faceta diferente, otro
modo de actuar y de ser.
b.
Desmantelar un género
c.
Resignificar una imagen.
d.
Desenmascarar aspectos velados u ocultos.
e. Atacar
formas materiales y estructurales de un texto.
f.
Plantear circunstancias diferentes (nuevos escenarios).
g.
Desacralizar personajes, temas o tópicos e imágenes legitimados por diversos
sectores.
h.
Invertir jerarquías.
i. Hacerse
cargo de las voces subalternas o minoritarias.
j.
Transgredir el decoro.
k. Crear
nuevas poéticas y maneras de concebir el arte.
Todo contradiscurso es una especie de
respuesta o contestación que se caracteriza por tener cierto carácter
argumentativo y polémico, aunque no esté declarado de manera explícita. Muchos
movimientos artísticos, científicos, corrientes, vanguardias y generaciones se
han organizado como contradiscursos
interesados por contrastar concepciones, desdecir aspectos determinados o
simplemente, decir otras cosas. Cuanto más circule socialmente un discurso, más
se reconocerá la naturaleza del contradiscurso.
Se
pueden dar cuatro circunstancias diferentes, teniendo en cuenta la oposición ficción- no ficción:
a. Contradiscurso ficcional que se opone a
un discurso ficcional.
b. Contradiscurso ficcional que se opone a
un discurso no ficcional.
c. Contradiscurso no ficcional que se
opone a un discurso no ficcional.
d. Contradiscurso no ficcional que se
opone a un discurso ficcional.
En el
ámbito cinematográfico, por ejemplo, Quentin Tarantino y Jean-Luc Godard son
dos claros ejemplos que enarbolan un claro contradiscurso
en relación con las formas hollywoodenses de hacer cine, la linealidad de la
historia y la noción de realidad. Las “nivolas” de Miguel de Unamuno, las
antinovelas (como El ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha), los antipoemas, y muchos otros textos constituyen
algunos casos bien conocidos de contradiscursos.